«Escribí una vez un artículo sobre un personaje literario que me he inventado, que es una mujer malvada pero que en realidad yo no me he inventado, sino que lo leí en la prensa un 31 de julio. La policía estaba buscando a una mujer que había dejado a su padre en silla de ruedas en la puerta de un hospital. El caso aparece de vez en cuando, unas veces es en una gasolinera, otras veces… bien, la andaban persiguiendo. Vamos a suponer que se llamaba Dorotea y yo lo convierto en un personaje de ficción, pero muy real. Todos hemos conocido a una semi Dorotea, la malvada Dorotea. Y me pregunto ¿era tan malvada Dorotea? Y me invento la historia de Dorotea.
Por favor, ayúdenme y vamos a hacer entre todos quinientas historias de quinientas Doroteas.
Dorotea resulta que su padre no había sido especialmente cariñoso ni encantador, pero cuando el padre estuvo muy mal volvió a casa. Volvió a casa a buscar la protección ¿de quién?, pues sobre todo de Dorotea que era soltera y estaba todavía en casa. Los demás tenían muchas obligaciones, pero Dorotea que estaba soltera o era más cariñosa, o pongan la circunstancia que quieran, se hace cargo de su padre y le está cuidando, mucho, mucho, y yo me invento, porque me encanta inventar historias. Y entonces me invento que Dorotea tienen una edad complicada en la que si no pillas el amor que te ofrecen en ese momento, ya es poco probable que vuelvas a encontrar quien te lo ofrezca. Y entonces me invento que a Dorotea le han ofrecido irse de vacaciones en agosto y le dicen “pues tu verás, o te vienes o me voy con otra” y entonces yo me invento a Dorotea en la duda de si deja a su padre, porque claro, Dorotea naturalmente ha ido al centro de día en que normalmente va con su padre y le han dicho “es que cerramos en agosto porque es el convenio” necesidades… derechos… «cerramos en agosto». Entonces se ha ido a hablar con su hermano mayor y le ha dicho “uy pero oye, pero si Pepita, ya sabes que Pepita y papá se han llevado siempre fatal y nos vamos a Benidorm, papá no puede venir porque si no Pepita no viene”. Recorre a todos sus hermanos y todos tienen obligaciones, todos tienen compromisos. Total, que Dorotea se encuentra un 31 de julio… ¿qué hace? Entonces Dorotea, que es flaca de corazón y no se ha leído el artículo 68 del Código Civil y no sabe que la policía interpreta que el «abandono de parientes» es un delito, pues va Dorotea y piensa “pues el estado de bienestar que me lo resuelva”, y lo deja, que está bien hidratado, pero lo deja sin dejar el teléfono para no dejar el rastro y se escapa. Y poco después, nos enteramos por la prensa de que la policía y la Guardia Civil están buscando a Dorotea que es el arquetipo de la maldad. ¿Era tan mala Dorotea? ¿O éramos todos los que nos estábamos escaqueando a esa contribución colectiva al cuidado?» María Ángeles Durán. 3 de Julio de 2019, min 40.50.
María Ángeles Durán, investigadora del CSIC, Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política en 2018, exponía la historia de Dorotea en la sesión inaugural de la XIII edición del Congreso Español de Sociología organizado por la Federación Española de Sociología (FES) que se celebró en Valencia entre el 3 y el 6 de julio. A través de la historia de Dorotea, construye la clase social del «cuidatoriado» para dar visibilidad a los agentes y estructuras que hay detrás de los cuidados, vertebradores de la sociedad de hoy, una sociedad envejecida y con grandes desigualdades de clase y género, con un estado de bienestar dentro de un sistema capitalista que no se hace cargo del cuidado.
La investigadora señala que el cuidado es evitar el mal, evitar que a otro no le suceda nada negativo, según la referencia al diccionario de María Moliner (por cierto, muy interesante conocer la historia de esta mujer). De lo micro, a lo macro, M. Ángeles Durán conecta todos los elementos en la relación de los seres humanos con el cuidado. Desde los límites del cuidado, la apelación a la moralidad para solicitar cuidados y la creación de la obligación de cuidar, quién tiene derecho a los cuidados (por ejemplo, los leprosos en el pasado no tenían derecho a recibir cuidados ni los otros tenían obligación de cuidarles) y quién tiene la capacidad económica de suministrarse cuidados. Acciones individuales que se enmarcan en un contexto personal sobre estructuras sociales: la familia, las empresas en las que trabajamos, los servicios sociales institucionales, el sistema capitalista que clama por beneficios contantes (las guarderías en las empresas no parece que sean muy productivas).
Si decimos que quien me tiene que cuidar en buena parte es la administración pública, lo que estamos diciendo en realidad, porque la administración pública la pagamos todos, lo que estamos diciendo es que todos somos responsables del cuidado de todos ¿pero quienes somos todos? y ¿hasta qué límite?
La cara «amable» del cuidado es el cuidado de los niños y niñas, de los hijos e hijas, que se tienen porque se quiere, incluso cuando (cara menos amable), sólo tienen un hijo en una sociedad que no facilita la conciliación familiar. «Es el cuidado de los niños elegidos». Pero el cuidado de enfermos, excluidos, y los que llegan a largas edades con malas condiciones de salud. La necesidad de cuidados aumenta cuando existe la diferencia estructural de las pensiones entre hombres y mujeres.
Para hacer visible a toda esta estructura, así como a los efectos que la misma provoca en los seres individuales, las personas que necesitan cuidados y las personas cuidadoras, Durán propone el concepto «cuidatoriado» (conectado con el «proletariado»), definido como la clase social que reúne a aquellas personas que dedican parte de su tiempo en algún momento de sus vidas al trabajo no remunerado del cuidado. Según la investigadora, cambiar la realidad social de esta clase es muy difícil, dado que no existen estructuras institucionales que les defiendan, como pone de manifiesto la historia de la «malvada Dorotea».
Os dejamos el enlace a la intervención completa de M. Ángeles Durán y al libro La riqueza invisible del cuidado en el que expone toda la teoría en torno a los cuidados en las sociedades actuales.